El universo (que otros llaman la Biblioteca) está compuesto por un número indefinido, quizás infinito, de galerías hexagonales. En el centro de cada galería hay un conducto de ventilación, delimitado por una baja barandilla. Desde cualquier hexágono se pueden ver los pisos de arriba y abajo, uno tras otro, sin fin. La disposición de las galerías es siempre la misma: Veinte estanterías, cinco a cada lado, alinean cuatro de los seis lados del hexágono; la altura de las estanterías, del suelo al techo, apenas es mayor que la altura de un bibliotecario normal. Uno de los lados libres del hexágono se abre a una especie de vestíbulo estrecho, que a su vez se abre a otra galería, idéntica a la primera, idéntica de hecho a todas. A la izquierda y a la derecha del vestíbulo hay dos pequeños compartimentos. Uno es para dormir, de pie; el otro, para satisfacer las necesidades físicas. A través de este espacio también pasa una escalera de caracol, que se enrolla hacia arriba y hacia abajo en la distancia más remota. En el vestíbulo hay un espejo, que duplica fielmente las apariencias. Los hombres a menudo deducen de este espejo que la Biblioteca no es infinita; si lo fuera, ¿qué necesidad habría de esa replicación ilusoria? Prefiero soñar que las superficies pulidas son una figuración y promesa de lo infinito... La luz es proporcionada por ciertos frutos esféricos que llevan el nombre de "bombillas". Hay dos de estas bombillas en cada hexágono, dispuestas en cruz. La luz que dan es insuficiente y constante.
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