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Cuando John Bragg solicitó una licencia de televisión por cable en Amherst, Nueva Escocia, en 1969, era el único solicitante.
Nadie más la quería. Estaba en medio de la nada. Nadie vio el potencial de la televisión excepto él.
El modelo de negocio era una locura. Grababan señales de televisión de antenas cerca de la frontera con Maine en cintas físicas. Ponían esas cintas en un autobús. Las llevaban a través del clima marítimo hasta Amherst, donde estaba su estación, y reproducían la programación que ahora tenía dos semanas de antigüedad para su pequeña lista de clientes que pagaban.
Para 1971, Bragg Communications seguía perdiendo 11,000 dólares cada mes. Eso son 80,000 dólares en el dinero de hoy. Era un dinero que no tenía. Convocó una reunión familiar para discutir la posibilidad de cerrar el negocio.
Su padre Elmer dijo algo que cambió todo: "Esta ha sido una educación costosa para ti. ¿Vamos a tirar esta educación a la basura?"
John siguió adelante. Mientras otros pioneros locales del cable se rendían y vendían sus licencias a grandes empresas, Bragg comenzó a comprarlas en su lugar. Y año tras año, más sistemas se unieron a su creciente imperio.
Su estrategia era inusual: no le importaba pagar más que sus competidores. "Solo está disponible una vez," explicó. La noticia se difundió rápidamente en los círculos empresariales marítimos. Si querías vender tu sistema de cable, llama a John Bragg. Te dará un precio justo, cerrará rápidamente y no jugará juegos. Creció como loco.
En 2001, llegó su gran movimiento. Shaw Communications estaba vendiendo todos sus activos en Nueva Escocia por 265 millones de dólares. Esto le daría a John 80,000 nuevos clientes de la noche a la mañana... si podía comprarlo.
Se necesitaron veinte bancos para hacer que el trato funcionara. Todos le suplicaron que saliera a bolsa para recaudar capital y reducir su riesgo. Él se negó firmemente. En su lugar, vendió activos que había mantenido durante décadas y pidió prestado hasta que, en sus propias palabras, estaba "apalancado hasta el tope."
Hoy, Eastlink es la mayor empresa de telecomunicaciones privada de América del Norte, operando desde Terranova hasta Columbia Británica.
Y sigue siendo privada. Sigue siendo de propiedad familiar.
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