Como cualquier buen humanista, he estado esperando con optimismo a que los normies por fin empiecen a interiorizar el (muy sencillo) argumento del riesgo existencial y dejar atrás la absurda línea de la fiesta del agua, pero ya han pasado unos 2 años y realmente empiezo a sentirme como un padre que poco a poco llega a la ominosa realización de que su hijo de 3 años, que aún no ha dicho ni una palabra, podría estar estancado