Mis 2 centavos sobre el presupuesto del PM Carney. No es el Big Bang, pero es un punto de partida coherente y prudente que reconoce que el sector privado debe liderar. Detrás de su cuidadosa retórica se encuentra una apuesta de $280 mil millones para desbloquear más de $1 billón en capital privado para IA, vivienda y defensa. Esto no es un ajuste fiscal; es la arquitectura de una estrategia industrial nacional. Canadá ahora tiene los inicios de una política industrial centrada en el crecimiento de la productividad, algo que ha estado ausente durante décadas. ¿Es perfecto? No, pero es un punto de partida. Mientras los comentaristas se obsesionan con los oleoductos, se pierden la imagen más grande. Sí, los oleoductos importan, pero son solo una parte de una visión industrial más amplia para posicionar a Canadá en la economía impulsada por la IA. Carney tiene razón: los oleoductos pueden ser aburridos, pero la productividad no lo es, y este presupuesto apunta directamente a reavivarla. La reforma regulatoria, herramientas fiscales competitivas y un gasto público dirigido finalmente se están implementando con propósito. Y aun así, los comentaristas siguen quejándose, ciegos al hecho de que Ottawa ha rediseñado silenciosamente el libro de jugadas económicas.