Tuve un momento hace muchos años en el que estaba comiendo un plátano y me di cuenta de que nunca realmente había prestado atención a un plátano. Simplemente lo como y sigo adelante. Pero esta vez lo examiné de cerca, la textura de la cáscara, la bruma de jugo que se libera al abrirlo, etc., etc., cada pequeño detalle. Esto se convirtió fácilmente en una analogía para la vida. Con tanta frecuencia hacemos cosas 100 veces, pero nunca apreciamos verdaderamente la belleza que nos rodea mientras las hacemos. Todavía llevo ese momento del plátano conmigo hoy, siempre esforzándome por detenerme y apreciar, siempre encontrando algo por lo que estar agradecido, incluso el sufrimiento es una sensación para observar y apreciar.