El presidente diciéndole a una empresa privada a quién contratar o despedir es la antítesis de la libertad, pero es justo reconocer que hay algo poético en que le suceda a Lisa Monaco, quien pasó los años de Biden luchando contra la división antimonopolio, haciendo la vida más difícil para personas como Jonathan Kanter y Lina Khan, que intentaban enfrentarse al poder sin control de las Big Tech. Luego se va y se convierte en la principal cabildera de Microsoft, la dulce recompensa por ser blanda con el poder corporativo. Y luego, de repente, Laura Loomer y Trump entran y explotan su lugar, exigen que Microsoft la despida. (Ah, y seamos claros: no están enojados con ella porque era blanda con el poder corporativo. Están enojados porque trabajó para Merrick Garland, a quien por alguna razón desconcertante odian, a pesar de que fue la lentitud de Garland lo que impidió que el martillo cayera sobre Trump).