“Si un hombre mata a alguien, debe ser condenado a muerte.” — Levítico 24:17 “Por lo tanto, si un hombre es peligroso e infeccioso para la comunidad, a causa de algún pecado, es loable y ventajoso que sea asesinado para salvaguardar el bien común.” — Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, 64, 7, ad 3 “Sin embargo, hay algunas excepciones hechas por la autoridad divina a su propia ley, de modo que los hombres no sean condenados a muerte. Estas excepciones son de dos tipos, justificadas ya sea por una ley general, o por una comisión especial otorgada por un tiempo a algún individuo. Y en este último caso, aquel a quien se le delega la autoridad, y que no es más que la espada en la mano de quien la usa, no es responsable de la muerte que inflige. Y, en consecuencia, aquellos que han librado guerras en obediencia al mandato divino, o en conformidad con Sus leyes, han representado en sus personas la justicia pública o la sabiduría del gobierno, y en esta capacidad han condenado a muerte a hombres malvados; tales personas de ninguna manera han violado el mandamiento, ‘No matarás.’” — San Agustín, Ciudad de Dios, Libro I, Capítulo 21