Quemé más de diez millones antes de entender la importancia de las reglas. Antes de los 24 años, emprendía y trabajaba principalmente basándome en la experiencia y el esfuerzo personal; para ser precisos, todo era a base de fuerza bruta. Hasta que fracasé y me declaré en bancarrota. Después de eso, pasé casi un año revisando lo sucedido. El problema que descubrí fue que en mi sistema de conocimiento había cosas que eran correctas y otras que eran incorrectas; lo más fatal era que no sabía cuáles eran las incorrectas. Casi todos mis errores provenían del pensamiento habitual y de suposiciones erróneas. Así que hice un intento: asumí que estaba equivocado y desmantelé mi conocimiento existente. Luego volví a aprender, reconstruyendo mi sistema de conocimiento a partir de libros clásicos, y esa es la conclusión: todo en el mundo sigue reglas. Estas reglas objetivas no se ven afectadas por la voluntad personal de las personas, ni se alteran porque tú te esfuerces. Desde entonces, he considerado las reglas como el marco básico de mi conocimiento, evitando actuar basándome en el empirismo y la inercia. Por lo tanto, en muchos juicios sobre las cosas, tiendo a buscar lo invariable en lugar de lo variable. Al encontrar reglas invariables y establecerlas como mi base objetiva, puedo ejercer mi iniciativa subjetiva, lo que hace que las cosas sean mucho más fáciles y fluidas.
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