Desde 1975, 79 billones de dólares en riqueza se han redistribuido del 90% más pobre al 1% más rico — un 1% que ahora posee más riqueza que el 93% más pobre. Podemos respetar la innovación y el emprendimiento, pero no podemos respetar la extraordinaria codicia que existe ahora. Necesitamos un impuesto sobre la riqueza.