Así eran los centros educativos en nuestro país: lugares de reclutamiento para pandilleros. Y no eran pandillas cualquiera, sino las más sanguinarias del mundo. Hoy, muchas madres lloran a sus hijos que están en prisión; otros, para aquellos que están en el cementerio o aún están desaparecidos. Las medidas disciplinarias en las escuelas tienen como objetivo evitar que esta tragedia vuelva a ocurrir. Dicen que quienes no conocen su historia están condenados a repetirla. El Salvador no lo repetirá, por mucho que nos critiquen.
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