Desde la Segunda Guerra Mundial, la propiedad de vivienda ha sido la columna vertebral del sueño americano. No solo es un techo sobre tu cabeza, sino una forma de construir riqueza intergeneracional. Es un pilar de nuestro contrato social. La asequibilidad no se trata de subsistencia, ni de repartir un stock de viviendas que construimos hace décadas; se trata de construir en grande para que todos puedan acumular capital en el crecimiento económico de América.